1 sept 2013

Vladimír Holan


«Y siempre acontece lo inesperado. Tan inesperado como la presencia del poeta cada vez que se abre el libro... Su voz desconocida nítidamente se integraba en cada una de aquellas palabras suyas que penetraban en mí de modo imperioso, obligándome a seguirlas hasta el punto de no poder apearme del autobús, de no ver siquiera, detrás de los cristales, la corteza gris de los árboles y sus delgadas ramas porque en la página emergía su realidad insospechada.Insospechada, sí, pero sabida, albergada en el interior, pues sucedía que el libro expresaba el recorrido de mi propio cerebro: La avaricia empieza en el dar... no nos sentimos a gusto ni junto a los que duermen  ya que no sabemos dónde se detendrán... Todo aquí, entre tanto, es milagro una sola vez [...] Una sola vez la irrepetibilidad e inconsciencia de la infancia, una sola vez la juventud, sólo una vez el canto, una sola vez el amor... ¿Era ésta la vez? ¿Cómo saberlo? Nunca antes había acontecido nada semejante, pero él mismo decía: No hay conocimiento... vivimos sólo de ilusiones. 

¿Quién era el que había recorrido unos caminos que eran los mismos caminos de mi laberinto? Había nacido en Praga, en 1905... Poco después empecé a averiguar».



(JANÉS, Clara. La voz de Ofelia. Madrid: Siruela, 2005, p. 32).

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