2 nov 2013

La transformación en lector

   «Es bueno que ciertas cosas, que ya no pueden transformarse en otras, consten, simplemente, sin lamentar los hechos ni tampoco juzgarlos. Fue así que comprendí claramente que yo nunca sería un verdadero lector. Cuando era niño se me antojaba que la lectura era una profesión que debía ser asumida más tarde, un día, cuando llegara el momento de las profesiones, una tras otra. A decir verdad, no tenía una idea precisa de cuándo podría ocurrir esto. Confiaba en que se advertiría cuando la vida, en cierto modo, cambiara repentinamente y sólo le viniera a uno de afuera, así como antes surgía de adentro. [...]
   En mi caso, también la lectura se situaba al principio de semejantes transformaciones. Entonces trataría a los libros como a las amistades; habría un tiempo reservado para ellos, un tiempo determinado, que pasaría en forma regular y complaciente, no más prolongado que el estrictamente necesario y provechoso. Naturalmente algunos libros estarían más cerca de uno y nadie podía asegurar por anticipado que no se podría perder de vez en cuando una media hora con ellos, un paseo, una cita, un estreno teatral o una carta urgente».


(RILKE, Rainer Maria. Los cuadernos de Malte Laurids Brigge. Buenos Aires: Corregidor, 1977, p. 169-170).

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