31 mar 2015

Un viento de primavera

Viento de flores  (1902),  de John William Waterhouse
Con este viento viene el destino; deja, oh, déjalo
venir, todo lo inaplazable y ciego,
todo eso por lo que estaremos incandescentes.
(Sé tranquilo y no te muevas, para que nos halle.)
Nuestro destino, ay, viene en este viento.

Vacilando por la carga de cosas sin nombre,
trae ese nuevo viento de algún sitio
sobre el mar lo que somos.

... Qué más quisiéramos. Nos hallaríamos como en casa.
(Se elevaron y descendieron los cielos en nosotros.)
Mas con este viento el destino enorme
nos sobrepasa siempre.


(RILKE, Rainer Maria. Antología poética. 2ª ed. Madrid: Espasa-Calpe, 1976, p. 179). 

21 mar 2015

¿Por qué los poetas?


Dreamers (1882),  de Albert Joseph Moore
«¿Por qué los poetas? Porque los poetas crean en el momento las palabras que nombran las situaciones y las cosas. No disponen antes de ellas, no las tienen, como los que ejercen su derecho-de-palabra, ya preparadas y empaquetadas. Los poetas caminan al lado de las situaciones y las cosas, y en su porte está el estilo del viandante, no el del topógrafo que delimita espacios y mide recorridos. Para el topógrafo el camino es un trazado con sus señales y su dirección; para el poeta es un estar simplemente en camino, con los viandantes que el camino haya puesto en marcha.

13 mar 2015

Preludio de que la nueva estación está ya cerca

Primavera en Křinice (Chequia)
«Uno de los atractivos de la vida en los bosques es que ofrece lugar y ocasión de ver la llegada de la primavera. El hielo aparece un buen día acribillado de agujeros como un panal de miel y mis tacones se hunden en él con facilidad. Las colinas, las nieblas y los rayos de sol, progresivamente más cálidos, van fundiendo la nieve paulatinamente; los días se alargan sensiblemente y me doy cuenta de que podré terminar el invierno sin necesidad de reponer los troncos de mi leñera, pues ya no habrá necesidad de grandes fuegos.

8 mar 2015

Olympia

   «Son femeninos los símbolos de la revolución francesa, mujeres de mármol o bronce, poderosas tetas desnudas, gorros frigios, banderas al viento.
   Pero la revolución proclamó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, y cuando la militante revolucionaria Olympia de Gouges propuso la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, marchó presa, el Tribunal Revolucionario la sentenció y la guillotina le cortó la cabeza.
   Al pie del cadalso, Olympia preguntó:
   –Si las mujeres estamos capacitadas para subir a la guillotina, ¿por qué no podemos subir a las tribunas públicas?
   No podían. No podían hablar, no podían votar. La Convención, el Parlamento revolucionario, había clausurado todas las asociaciones políticas femeninas y había prohibido que las mujeres discutieran con los hombres en pie de igualdad.