12 dic 2017

El acto de la lectura


La lectora de novela  (1888),  de Vincent van Gogh
«Nuestro concepto de la forma literaria está relacionado, en diversos aspectos, con lo privado. La práctica de leer un libro para uno mismo, en silencio, es un desarrollo histórico tardío. Implica cierto número de condiciones económicas y sociales: habitación para uno solo (significativa frase de Virginia Woolf) o, por lo menos, un lugar tan espacioso que permita un ámbito de tranquilidad; propiedad privada del libro, con el derecho concominante de proteger un libro raro del uso de los demás hombres; medios de luz artificial durante las horas de la noche. Lo que está implícito es el estilo de vida de la burguesía en un complejo industrial y altamente urbano de valores y privilegios. Este complejo cristalizó más tarde de lo que a menudo se supone. Era todavía costumbre de la clase media victoriana leer en voz alta, el que un miembro de la familia fuera el “lector” del resto, o que el libro corriera “de boca en boca”. Es molestamente necesario hacer hincapié en los inmensos cambios que acarreó el libro impreso, con su código de sentido esencialmente visual, a las antiguas formas de cultura colectiva oral. Marshall McLuhan ha explorado la “revolución de Gutenberg” en la conciencia occidental. Lo que se alcanza a entender menos es que haya mucha literatura  –y mucha literatura moderna– que no fuera concebida para ser leída en el silencio privado; que hay mucha que iba destinada a la recitación, la mímesis de la voz que surge y escritores modernos de sensibilidad oral que buscaban adaptar los medios orales a los silencios de la imprenta.
   El impulso antiguo y natural sobrevive en el proceso de aprender a leer: el niño y el adulto poco ilustrado leen “a media voz”, formando palabras con los labios y, a veces, repitiendo el suceso imaginario de la página impresa mediante movimientos simpáticos del cuerpo. El hombre que lee solo en una habitación y con la boca cerrada un volumen que es suyo, es producto especial de la Ilustración y ocio burgueses de Occidente».


(STEINER, George. Lenguaje y silencio. 2ª ed. Madrid: Gedisa, 2000, p. 372-373).

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