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9 mar 2020

Formación de un escritor

Flores despiertas en la noche,  de Li-Shu Chen
«Los autores que me estimularon más para escribirla fueron los novelistas norteamericanos, y en especial los que me mandaron a Sucre los amigos de Barranquilla. Sobre todo por las afinidades de toda índole que encontraba entre las culturas del sur profundo y la del Caribe, con la que tengo una identificación absoluta, esencial e insustituible en mi formación de ser humano y escritor. Desde estas tomas de conciencia empecé a leer como un auténtico novelista artesanal, no sólo por placer, sino por la curiosidad insaciable de descubrir cómo estaban escritos los libros de los sabios.

22 feb 2019

Vida de estudiante

Trigonometrías,  de Li-Shu Chen

   «En una habitación de estudiante de la orilla izquierda del Sena, un hombre joven se está vistiendo para ir al baile de la Ópera. Este cuarto de techos bajos, amueblado con restos de subastas, tan limpio como puede estarlo un cuarto alquilado por meses cuando la patrona es una persona de edad secundada por una criada perezosa, constituye por sí mismo un lugar común y requiere ser descrito en términos lo más triviales posible. Encima de la chimenea, en la que se consumen unas débiles brasas, una Coronación de Carlos X de márgenes chamuscados demuestra que la hospedera es legitimista. Encima de la mesa donde se amontonan los libros de derecho del joven Michel-Charles, hay una tablilla con algunos otros libros más queridos por él: poetas latinos, el Lamartine de las Meditaciones, Hugo, desde las Orientales hasta los Cantos del Crepúsculo, pero también Auguste Barbier y Casimir Delavigne, al lado de un ejemplar muy usado de las Canciones de Beránger.

12 jul 2018

Antonio Machado


Antonio Machado (1925),  de Leandro Oroz
«Mi Marinero en tierra continuaba en Segovia. No recibiría pruebas hasta fines de verano. Andaba ya en vísperas de viaje. En el automovilillo de mi hermano recorrería Castilla la Vieja. Agustín, buen chófer, y yo seríamos sus únicos ocupantes. Mientras, no teniendo nada que hacer, me dedicaba a pasear, sin rumbo fijo, con un libro de versos, siempre agradable de leer bajo el amparo de los árboles.
            Subía yo una mañana por la calle del Cisne, cuando por la acera contraria vi que descendía, lenta, ensimismada, una sombra de hombre que, aunque muy envejecida, identiqué sin vacilar con la del retrato de un Machado más joven aparecido al frente de sus poesías –edición de la Residencia–, conservada por mí con mucho cariño. Era él, su sombra, no me cabía duda, su sombra triste, declinada como con pasos de sonámbula, de alma sumida en sí, ausente, fuera del mundo de la calle.

6 jun 2018

Macondo


On the hill large  (1878),  de Homer Winslow
«El tren hizo parada en una estación sin pueblo, y poco después pasó frente a  la única finca bananera del camino que tenía el nombre escrito en el portal: Macondo. Esta palabra me había llamado la atención desde los primeros viajes con mi abuelo, pero sólo de adulto descubrí que me gustaba su resonancia poética. Nunca se lo escuché a nadie ni pregunté siquiera qué significaba. Lo había usado ya en tres libros como nombre de un pueblo imaginario, cuando me enteré en una enciclopedia casual que es un árbol del trópico parecido a la ceiba, que no produce flores ni frutos, y cuya madera esponjosa sirve para hacer canoas y esculpir trastos de cocina.

17 oct 2017

El descubrimiento bibliotecario


Diary of discoveries, de Vladimir Kush
«El revés de mis tantas tardes de tedio fue el descubrimiento casual de una sala de música abierta al público en la Biblioteca Nacional. La convertí en mi refugio preferido para leer al amparo de los grandes compositores, cuyas obras solicitábamos por escrito a una empleada encantadora. Entre los visitantes habituales descubríamos afinidades de toda índole por la clase de música que preferíamos. Así conocí a la mayoría de mis autores preferidos a través de los gustos ajenos, por lo abundantes y variados, y aborrecí a Chopin durante muchos años por culpa de un melómano implacable que lo solicitaba casi a diario y sin misericordia.

8 mar 2017

La lectura: cómplice para avanzar en la vida

«De acuerdo con la convocatoria, unos veinte aspirantes acudimos a las ocho de la mañana para el concurso de ingreso. Por fortuna no era un examen escrito, sino que había tres maestros que nos llamaban en el orden en que nos habíamos inscrito la semana anterior, y hacían un examen sumario de acuerdo con nuestros certificados de estudios anteriores. Yo era el único que no los tenía, por falta de tiempo para pedirlos al Montessori y a la escuela primaria de Aracataca, y mi madre pensaba que no sería admitido sin papeles. Pero decidí hacerme el loco. Uno de los maestros me sacó de la fila cuando le confesé que no los tenía, pero otro se hizo cargo de mi suerte y me llevó a su oficina para examinarme sin requisito previo. Me preguntó qué cantidad era una gruesa, cuántos años eran un lustro y un milenio, me hizo repetir las capitales de los departamentos, los principales ríos nacionales y los países limítrofes. Todo me pareció de rutina hasta que me preguntó qué libros había leído. Le llamó la atención que citara tantos y tan variados a mi edad, y que hubiera leído Las mil y una noches, en una edición para adultos en la que no se habían suprimido algunos de los episodios escabrosos que escandalizaban al padre Angarita.

8 oct 2016

Libertad con dignidad


Belleza abstracta (5),  de Li-Shu Chen
«Ni la liberación nacional ni la revolución social son categorías lo suficientemente amplias como para caracterizar los objetivos de la acción de Gandhi. No le importaban como objetivo básico, ni la creación de la nación india ni la abolición de la pobreza. En realidad, se oponía al nacionalismo en su acepción más estrecha, porque necesitaba que sus compatriotas comprendieran que al asumir enteramente su condición de ciudadanos indios asumían también la de ciudadanos del mundo, desligados de lealtades exclusivistas de raza, credo o clase.

8 jul 2016

El primer relato

«Una aventura pavorosa se la debo a las obras completas de Freud, que habían llegado a la biblioteca. No entendía nada de sus análisis escabrosos, desde luego, pero sus casos clínicos me llevaban en vilo hasta el final, como las fantasías de Julio Verne. El maestro Calderón nos pidió que le escribiéramos un cuento con tema libre en la clase de castellano. Se me ocurrió el de una enferma mental de unos siete años y con un título pedante que iba en sentido contrario al de la poesía: “Un caso de sicosis obsesiva”. El maestro lo hizo leer en clase. Mi vecino de asiento, Aurelio Prieto, repudió sin reservas la petulancia de escribir sin la mínima formación científica ni literaria sobre un asunto tan retorcido. Le expliqué, con más rencor que humildad, que lo había tomado de un caso clínico descrito por Freud en sus memorias y mi única pretensión era usarlo para la tarea. El maestro Calderón, tal vez creyéndome resentido por las críticas ácidas de varios compañeros de clase, me llamó aparte en el recreo para animarme a seguir adelante por el mismo camino. Me señaló que en mi cuento era evidente que ignoraba las técnicas de la ficción moderna, pero tenía el instinto y las ganas. Le pareció bien escrito y al menos con intención de algo original.

11 ago 2015

Mohandas Karamchand



La paloma de la paz (1949),  de Pablo Picasso
«Gandhi ocupa el primer puesto en esa serie de grandes teóricos activistas que han cambiado la faz de nuestro mundo y la forma de nuestro pensamiento en el curso del presente siglo. En 1894, nueve años antes de que Lenin formase el grupo bolchevique dentro del Partido Social Demócrata Ruso y veinticinco años antes de que Mao Tse Tung hiciera suya la revolución como forma de vida, comenzó Gandhi sus actividades entre los indios que soportaban en Sudáfrica una existencia marginal y oprimida como comerciantes y trabajadores eventuales. Combinando la teoría con la experiencia, ideó sus propias técnicas de lucha basadas en las condiciones objetivas existentes,...

18 sept 2014

La arboleda perdida

Drawing hands (1948),  de M.C. Escher
«¡Qué lentitud la mía! Tanto o más que un poema me cuesta una simple página en prosa. Todo me sale demasiado rítmico. Batallo porque no sea así. Corrijo, deformo una frase para que no haga verso. La leo lentamente. Y entonces no me gusta. ¿Qué hacer? Seguiré esta Arboleda como hasta ahora. Me perdono el delito de perderme en sus ramas, dejando el mismo soplo musical, métrico, saltarín, que las viene moviendo desde el primer capítulo».


(ALBERTI, Rafael. La arboleda perdida: libros I y II de memorias.  1ª ed., 6ª reimp. Barcelona: Seix Barral, 1981, p. 195).

14 abr 2014

Una fecha de primavera

   «Con la alegría y la impresión de que algo nuevo y grave era inminente, nos volvimos a Rota. Allí seguimos, tranquilos, trabajando, tumbados en las dunas, recorriendo descalzos las orillas, bien lejos de las preocupaciones electorales que traían hirviendo a toda España.
   Pero de pronto cambió todo. Alguien, desde Madrid, nos llamó por teléfono, gritándonos:
   – ¡Viva la República!
   Era un mediodía rutilante, rutilante de sol. Sobre la página del mar, una fecha de primavera: 14 de abril.

14 oct 2012

Antínoo

Antínoo como Dionisos
Museo Pío-Clementino del Vaticano
   «Antínoo era griego; remonté en los recuerdos de aquella familia antigua y oscura, hasta la época de los primeros colonos arcadios a orillas de la Propóntida. Pero en aquella sangre algo acre el Asia había producido el efecto de la gota de miel que altera y perfuma un vino puro. Volvía a encontrar en él las supersticiones de un discípulo de Apolonio, el culto monárquico de un súbdito oriental del Gran Rey. Su presencia era extraordinariamente silenciosa; me siguió en la vida como un animal o como un genio familiar. De un cachorro tenía la infinita capacidad para la alegría y la indolencia, así como el salvajismo y la confianza. Aquel hermoso lebrel ávido de caricias y de órdenes se tendió sobre mi vida. Yo admiraba esa indiferencia casi altanera para todo lo que no fuese su delicia o su culto; en él reemplazaba al desinterés, a la escrupulosidad, a todas las virtudes estudiadas y austeras. Me maravillaba de su dura suavidad, de esa sombría abnegación que comprometía su entero ser.

2 oct 2012

La paciencia del papel


Ana Frank, en el escritorio de su casa.
      «Para alguien como yo es una sensación muy extraña escribir un diario. No sólo porque nunca he escrito, sino porque me da la impresión de que más tarde ni a mí ni a ninguna otra persona le interesarán las confidencias de una colegiala de trece años. Pero eso en realidad da igual, tengo ganas de escribir y mucho más aún de desahogarme y sacarme de una vez unas cuantas espinas. “El papel es más paciente que los hombres.”

16 jul 2012

Papeles de Alhambra


TÍTULO del manuscrito: Que Benito de Vitoria, contino, tenga cargo de cobrar los bienes que quedaron de los moros de Granada y su tierra, del valle de Lecrín y de las Alpujarras, cuando marcharon allende, por las capitulaciones con Muley Boabdil.

Fuente: Archivo General de Simancas, RGS, LEG, 149702, 262.

8 abr 2012

La vida me aclaró los libros


Busto del Emperador Adriano
   «Como todo el mundo sabe, sólo tengo a mi servicio tres medios para evaluar la existencia humana: el estudio de mí mismo, que es el más difícil y peligroso, pero también el más fecundo de los métodos, la observación de los hombres, que logran casi siempre ocultarnos sus secretos o hacernos creer que los tienen; y los libros, con los errores particulares de perspectiva que nacen entre sus líneas. He leído casi todo lo que han escrito nuestros historiadores, nuestros poetas y aún nuestros narradores, aunque se acuse a estos últimos de frivolidad; quizá les debo más informaciones de las que pude recoger en las muy variadas situaciones de mi propia vida. La palabra escrita me enseñó a escuchar la voz humana, un poco como las grandes actitudes inmóviles de las estatuas me enseñaron a apreciar los gestos. En cambio, y posteriormente, la vida me aclaró los libros».



(YOURCENAR, Marguerite. Memorias de Adriano. 1ª ed., 21ª reimp. Barcelona: Edhasa, 1991, p. 23).

4 dic 2011

Diario de Praga


   «Jueves, 1 de enero de 1942. Me hice con corteza de árbol un violín precioso, pero todavía no puedo tocarlo porque por ahora sólo tiene dos cuerdas (de goma). Por la mañana hice deberes. Por lo demás no pasa nada especial. En realidad pasan muchas cosas, pero no se notan. Lo que resulta ahora totalmente corriente, hubiera sido motivo de escándalo en una época normal. Los judíos, por ejemplo, no pueden comprar fruta, gansos y aves en general, queso, cebolla, ajo y muchas otras cosas. No les dan cartillas de racionamiento de tabaco a los presos, a los locos y a los judíos. No pueden viajar en el vagón delantero de los tranvías, en los autobuses y en los trolebuses, no pueden pasear por la orilla del río, etc. etc.».


(GINZ, Petr. Diario de Praga, 1941-1942. Barcelona: Acantilado, 2006, p. 69-70).