Paisaje de otoño al anochecer (1885) de Vincent van Gogh |
Ágora donde iniciar historias sobre libros, naturaleza, arte y poesía; donde hallar las palabras soñadas o queridas, sin la perspectiva del tiempo... como en una biblioteca.
Mostrando entradas con la etiqueta Silencio. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Silencio. Mostrar todas las entradas
13 dic 2023
Como llenarte soledad sino contigo misma
2 nov 2023
Camposanto en la serranía
12 jul 2023
Del amor ha sido la falta
19 sept 2022
17 may 2022
Silencio nocturno
20 dic 2020
Legado
6 nov 2020
20 sept 2020
11 sept 2019
Lenguaje y silencio
Safo escucha a Alceo (1881), de Lawrence Alma-Tadema
|
«El lenguaje es el que arranca al hombre de los códigos de señales
deterministas, de lo inarticulado, de los silencios que habitan la mayor parte
del ser. Si el silencio hubiera de retornar a una civilización destruida, sería
un silencio doble, clamoroso y desesperado por el recuerdo de la Palabra».
(STEINER, George. Lenguaje y silencio. 2ª ed. Madrid:
Gedisa, 2000, p. 15).
19 jul 2019
4 ene 2019
12 ene 2018
Mi corazón no puede más de triste
Sra. Kupka entre verticales (1910-1911),
de František Kupka
|
Mi
corazón no puede con la carga
de
su amorosa y lóbrega tormenta,
y
hasta mi lengua eleva la sangrienta
especie
clamorosa que lo embarga.
Ya
es corazón mi lengua lenta y larga,
mi
corazón ya es lengua larga y lenta...
¿Quieres
contar sus penas? Anda y cuenta
los
dulces granos de la arena amarga.
Mi
corazón no puede más de triste:
con
el flotante espectro de un ahogado
vuela
en la sangre y se hunde sin apoyo.
Y
ayer, dentro del tuyo, me escribiste
que
de nostalgia tienes inclinado
medio
cuerpo hacia mí, medio hacia el hoyo.
(HERNÁNDEZ, Miguel. El rayo que no cesa. 9ª ed. Madrid:
Espasa-Calpe, 1978, p. 39-40).
18 oct 2015
La masificación de las palabras
«No digo que los
escritores deban dejar de escribir. Esto sería fatuo. Me pregunto si no están
escribiendo demasiado, si el diluvio de letra impresa a través del cual
luchamos por abrirnos paso, aturdidos, no representa por sí mismo una
subversión del significado. “Una civilización de palabras es una civilización
malsana.” Es una civilización donde la inflación constante de la moneda verbal
ha devaluado de tal modo lo que antes fuera un acto numinoso de comunicación
que lo válido y lo verdaderamente nuevo ya no pueden hacerse oír. Cada mes debe fabricar su obra maestra, de manera que
las prensas empujan a la mediocridad a un esplendor espurio y transitorio.
21 jul 2015
El espejo de la aurora
La Aurora (1881), de William-Adolphe Bouguereau
|
«En la noche más cerrada y oscura del firmamento
que llamamos cielo, sin que se sepa el porqué, se transforma su lisa negrura en
un espejo. Ni luna ni estrellas andan en ello, y no hay que preguntarse, en
este caso, por qué esta noche, de alma también, y ante todo, es el espejo, el
fondo de un espejo, de una vida, de vida y de ser; espejo ni tan siquiera
velado, rasgado, velo de la luz que no cesa. Y entonces palabra no hay; aunque
fuera en el más hondo abismo de la tierra, en el más afligido corazón se da el
espejo de la luz que no cesa. Y como no permanece, mas ha de volver, es también
una aurora allí en el polo, en el centro de la oscuridad y la mudez, del
silencio, del olvido del no-ser».
(ZAMBRANO,
María. De la aurora. Madrid: Turner, 1986,
p. 120).
23 nov 2014
Pecado de silencio
Artes, Música (1898), de Alfons Mucha
|
«Es la
más grave de todas mis culpas pero, en fin, la he cometido. Pequé de silencio
ante ti y ante mí. Cuando el silencio se instala dentro de una casa, es muy
difícil hacerlo salir; cuanto más importante es una cosa, más parece que
queremos callarla. Parece como si se tratara de una materia congelada, cada vez
más dura y masiva: la vida continúa por debajo, sólo que no se la oye.
Woroïno estaba lleno de un silencio que parecía cada vez mayor y todo silencio
está hecho de palabras que no se han dicho. Quizás por eso me hice músico. Era
necesario que alguien expresara aquel silencio, que le arrebatara toda la
tristeza que contenía para hacerlo cantar. Era preciso servirse para ello, no
de las palabras, siempre demasiado precisas para no ser crueles, sino
simplemente de la música, porque la música no es indiscreta y cuando se lamenta
no dice por qué. Se necesitaba una música especial, lenta, llena de largas
reticencias y sin embargo verídica, adherida al silencio para acabar por meterse
dentro de él. Esa música ha sido la mía. Ya ves que no soy más que un
intérprete, me limito a traducir. Pero sólo traducimos nuestras emociones:
siempre hablamos de nosotros mismos».
(YOURCENAR, Marguerite. Alexis o el tratado del inútil combate. Madrid: Alfaguara, 1992, p. 38-39).