24 may 2016

De la elección de amigos


Confidencias (1869)de Lawrence Alma-Tadema
«Me escribes diciéndome que el portador de las cartas es amigo tuyo, y al mismo tiempo me recomiendas que tenga cuidado en lo que le diga de tus cosas. Esto es decirme a la vez que es y no es tu amigo. La palabra amigo, por consiguiente, no es en lo que escribes más que una fórmula usual: este hombre es tu amigo, como todos los candidatos son hombres de bien, como se da el título de señor a cualquiera cuyo nombre ignoramos.
   ¿Dejemos la palabra y hablemos de otra cosa? Creer amigo a alguno, sin tener en él la confianza como en uno mismo, es no conocer todo el alcance de la verdadera amistad. Que vuestro amigo sea el confidente de todos vuestros juicios, pero antes ha de juzgársele a él: a la amistad debe seguir la confianza, el discernimiento debe precederla. Es un contrasentido, es confundir los deberes y violar el precepto de Teofrasto, el intimar con alguno antes de conocerlo para romper con él cuando se le conozca. Medítalo mucho antes  de conceder tu amistad; una vez concedida, abre al amigo tu alma, con tanta confianza en él como en ti mismo.

19 may 2016

La mamá de los cuentacuentos

El árbol encantado,  de Salvador Dalí
«Por vengarse de una, que lo había traicionado, el rey degollaba a todas. En el crepúsculo se casaba y al amanecer enviudaba. 

Una tras otra, las vírgenes perdían la virginidad y la cabeza. Sherezade fue la única que sobrevivió a la primera noche, y después siguió cambiando un cuento por cada nuevo día de vida. 

Esas historias, por ella escuchadas, leídas o imaginadas, la salvaban de la decapitación. Las decía en voz baja, en la penumbra del dormitorio, sin más luz que la luna. 

Diciéndolas sentía placer, y lo daba, pero tenía mucho cuidado. A veces, en pleno relato, sentía que el rey le estaba estudiando el pescuezo. Si el rey se aburría, estaba perdida. Del miedo de morir nació la maestría de narrar».


(GALEANO, Eduardo.  Espejos : una historia casi universal. México: Siglo XXI, 2008, p.72-73).

13 may 2016

El Ángel Asael

El ángel caído,
en el Parque de El Retiro (Madrid)

«En las noches de luna nueva un “maggid”, o ángel instructor, descendía de las órbitas celestes y penetraba en el aposento del gran rabino, a quien llamaban la Corona y la Diadema, la Llama y el Único en su tiempo. Le enviaban para revelar al gran rabino los secretos del mundo superior que ningún vivo es capaz de desvelar por sí mismo. Y los secretos son innumerables. 

El ángel no adoptó la forma humana. Nada en él asemejaba lo que acostumbran a ver los ojos humanos. Pero era de una gran belleza.

   –Los signos que usáis para formar las palabras –le aleccionó– contienen las grandes fuerzas y el poder que mantiene el curso del mundo. Debes saber que todo lo que en la tierra aparece en forma de palabra deja su huella en el mundo superior. El alef, el primero de los signos, encierra en sí la verdad. Beta, el segundo, la grandeza. A continuación viene la elevación. El cuarto signo encierra la gloria del mundo divino y en el quinto reside la fuerza del sacrificio.

9 may 2016

Florilegio de mayo


Espíritu de la primavera  (1894),   
de Alfons Mucha
Huertos de manzanos, los árboles vestidos de flores;
Trigales alfombrados por todas partes con el verdor vital de
            esmeralda;
La frescura eterna, inagotable de cada madrugada;
La bruma amarilla, auréa, diáfana, del sol delicioso de la tarde;
Las lilas erguidas, con sus profusas flores purpúreas o blancas.


(WHITMAN, Walt. Hojas de hierba. Barcelona: Tesys,1986, p. 656).

30 abr 2016

Palabras enlazadas

A mitad del poema me sobrecoge siempre un gran
            desamparo, todo me abandona,
no hay nadie a mi lado, ni siquiera esos ojos que
            desde atrás contemplan lo que escribo
no hay atrás ni adelante, la pluma se rebela, no
            hay comienzo ni fin, tampoco hay un muro que
            saltar,
es una explanada desierta el poema, lo dicho no
            está dicho, lo no dicho es indecible,
torres, terrazas devastadas, babilonias, un mar de
            sal negra, un reino ciego,

25 abr 2016

Soltar y retener la palabra


   «Hay en el escribir un retener las palabras, como en el hablar hay un soltarlas, un desprenderse de ellas, que puede ser un ir desprendiéndose ellas de nosotros. Al escribir se retienen las palabras, se hacen propias, sujetas a ritmo, selladas por el dominio humano de quien así las maneja. Y esto, independientemente de que el escritor se preocupe de las palabras y con plena conciencia las elija y coloque en un orden racional, sabido.