«Una aventura pavorosa se la debo a las
obras completas de Freud, que habían llegado a la biblioteca. No entendía nada
de sus análisis escabrosos, desde luego, pero sus casos clínicos me llevaban en
vilo hasta el final, como las fantasías de Julio Verne. El maestro Calderón nos
pidió que le escribiéramos un cuento con tema libre en la clase de castellano.
Se me ocurrió el de una enferma mental de unos siete años y con un título
pedante que iba en sentido contrario al de la poesía: “Un caso de sicosis
obsesiva”. El maestro lo hizo leer en clase. Mi vecino de asiento, Aurelio
Prieto, repudió sin reservas la petulancia de escribir sin la mínima formación
científica ni literaria sobre un asunto tan retorcido. Le expliqué, con más
rencor que humildad, que lo había tomado de un caso clínico descrito por Freud
en sus memorias y mi única pretensión era usarlo para la tarea. El maestro
Calderón, tal vez creyéndome resentido por las críticas ácidas de varios
compañeros de clase, me llamó aparte en el recreo para animarme a seguir
adelante por el mismo camino. Me señaló que en mi cuento era evidente que
ignoraba las técnicas de la ficción moderna, pero tenía el instinto y las
ganas. Le pareció bien escrito y al menos con intención de algo original.
Ágora donde iniciar historias sobre libros, naturaleza, arte y poesía; donde hallar las palabras soñadas o queridas, sin la perspectiva del tiempo... como en una biblioteca.
8 jul 2016
2 jul 2016
Noches de verano
No sólo las mañanas, todas las del verano, no sólo
cómo ellas se transforman en día e irradian desde su comienzo.
No sólo los días, tan tiernos en torno a las flores y, allá arriba,
en torno a los árboles ya formados, fuertes y poderosos.
No sólo la devoción de este despliegue de fuerzas,
no sólo los caminos, no sólo los prados al atardecer,
no sólo, tras la tardía tormenta, el hálito de la claridad,
no sólo el sueño que se acerca, y un presentimiento, antes de
anochecer...
¡sino las noches!, sino las altas noches del verano,
sino las estrellas, las estrellas de la tierra.
¡Oh, estar muerto, algún día, y conocerlas infinitamente,
a todas las estrellas: pues cómo, cómo, sí, cómo olvidarlas! |
28 jun 2016
Imprevisible magia
«Pero
hay ciertos animales que son imposibles de rastrear [...]. No tienen rutinas.
Eso es lo que los hace mágicos».
(CASTANEDA, Carlos. Viaje a Ixtlan. México: Fondo de Cultura Económica, 1975, p. 115).
22 jun 2016
La raya del horizonte
[...]
Para
morir basta un ocaso.
Una
porción de sombra en la raya del horizonte.
Un
hormiguear de juventudes, esperanzas, voces.
Y
allá la sucesión, la tierra: el límite.
Lo
que verán los otros.
Vicente
Aleixandre
(recogido en Poemas de la consumación. Madrid:
Alianza Editorial, 1998, p. 22).
16 jun 2016
El Túnel del Amor
Tanto
si uno está enamorado como si no, atravesar
el Túnel del Amor,
ubicado a las afueras del pequeño pueblo ucraniano de Klevan, es un hechizo sin esfuerzo ni
protección.
Se trata de un sublime pasadizo perfectamente moldeado y que nació
de la interacción entre la naturaleza y el ser humano. La frondosa vegetación cubre esta antigua vía por donde todavía circulan los trenes con destino a una
fábrica de madera. Las ramas apenas permiten traslucir el
sol... no obstante, la tenue luz se vislumbra entre las hojas y ofrece más
misticismo a este enclave propio de un cuento de hadas.
Localmente es conocido
como “Тоннель любви” (“Túnel del Amor” en ruso), por la gran atracción que despierta
en las parejas de visitantes que se animan a cruzarlo.