23 ene 2018

Ese grito


El grito  (1893),  de Edvard Munch
«Eduard Munch escuchó que el cielo gritaba.
   Ya había pasado el crepúsculo pero el sol persistía, en lenguas de fuego que subían desde el horizonte, cuando el cielo gritó.
   Munch pintó ese gritó.
   Ahora, quien ve su cuadro se tapa los oídos.
   El nuevo siglo nacía gritando».


(GALEANO, Eduardo.  Espejos : una historia casi universal. México: Siglo XXI, 2008, p. 238).

12 ene 2018

Mi corazón no puede más de triste


Sra. Kupka entre verticales (1910-1911),  
de František Kupka
Mi corazón no puede con la carga
de su amorosa y lóbrega tormenta,
y hasta mi lengua eleva la sangrienta
especie clamorosa que lo embarga.

Ya es corazón mi lengua lenta y larga,
mi corazón ya es lengua larga y lenta...
¿Quieres contar sus penas? Anda y cuenta
los dulces granos de la arena amarga.

Mi corazón no puede más de triste:
con el flotante espectro de un ahogado
vuela en la sangre y se hunde sin apoyo.

Y ayer, dentro del tuyo, me escribiste
que de nostalgia tienes inclinado
medio cuerpo hacia mí, medio hacia el hoyo.


(HERNÁNDEZ, Miguel. El rayo que no cesa. 9ª ed. Madrid: Espasa-Calpe, 1978, p. 39-40).

4 ene 2018

Esa máquina de ilusión

«Deslumbrada por tantas y tan maravillosas invenciones, la gente de Macondo no sabía por dónde empezar a asombrarse. Se trasnochaban contemplando las pálidas bombillas eléctricas alimentadas por la planta que llevó Aureliano Triste en el segundo viaje del tren, y a cuyo obsesionante tumtun costó tiempo y trabajo acostumbrarse. Se indignaron con las imágenes vivas que el próspero comerciante don Bruno Crespi proyectaba en el teatro con taquillas de bocas de león, porque un personaje muerto y sepultado en una película, y por cuya desgracia se derramaron lágrimas de aflicción, reapareció vivo y convertido en árabe en la película siguiente. El público que pagaba dos centavos para compartir las vicisitudes de los personajes, no pudo soportar aquella burla inaudita y rompió la silletería.

22 dic 2017

La elección

«Hay un modo de afirmarse como persona, un modo trágico que es afirmarse en personaje; el personaje es siempre trágico; bajo él gime la persona y para liberarse un día se precipita en tragedia, después de haber precipitado a lo que de ella dependió. Si el hombre occidental arroja su máscara, renuncia a ser personaje en la historia, quedará disponible para elegirse como persona. Y no es posible elegirse a sí mismo como persona sin elegir, al mismo tiempo, a los demás. Y los demás son todos los hombres.
   Con ello no se acaba el camino: más bien empieza».


(ZAMBRANO, María. Persona y democracia. 2ª ed. Madrid: Siruela, 2004, p. 208).

12 dic 2017

El acto de la lectura


La lectora de novela  (1888),  de Vincent van Gogh
«Nuestro concepto de la forma literaria está relacionado, en diversos aspectos, con lo privado. La práctica de leer un libro para uno mismo, en silencio, es un desarrollo histórico tardío. Implica cierto número de condiciones económicas y sociales: habitación para uno solo (significativa frase de Virginia Woolf) o, por lo menos, un lugar tan espacioso que permita un ámbito de tranquilidad; propiedad privada del libro, con el derecho concominante de proteger un libro raro del uso de los demás hombres; medios de luz artificial durante las horas de la noche.

2 dic 2017

Pronto estará aquí el vencedor del invierno

Montañas Dolomitas (Italia)
«Pronto estará aquí el vencedor del invierno;
Pronto estas ligaduras de hielo desatarán y fundirán
            Un momento,
Y el aire, el suelo, la ola, bañados estarán de dulzura, de
            Flores y de vida – mil formas surgirán,
De esta tierra muerta y de estos hielos, como de sepulturas
            Escondidas,
Tus ojos, tus oídos – todos tus nobles atributos – todo lo que goza de la belleza natural,
Despertarán y se llenarán.

30 nov 2017

Aprendizaje lector


Book of books, de Vladimir Kush
«Nathanael se encontró a gusto en casa del maestro, pese  a las bofetadas y golpes que llovían sobre los alumnos. Pronto le encargaron que enseñase el alfabeto a los más pequeños de sus condiscípulos, pero lo hacía muy mal, y nunca hallaba el momento oportuno para golpear con la regla de hierro los dedos de los chicos. No obstante, su aire de dulzura y su atención servían para que cundiese el buen ejemplo entre los muchachos de su edad. Por la tarde, cuando ya se habían marchado los colegiales, el maestro le permitía leer: en verano, mientras había luz, en el jardín, y en invierno, al resplandor de la lumbre, en la cocina.